Mujer de Abrucena.
El pueblo de Abrucena cuenta y ha contado, y esperemos que en el futuro así sea, con una raza de mujeres que dan y han dado motivos suficientes para que sean admiradas. Como muestra, hay testimonios sobre lo que hicieron en la Guerra Civil y en la Posguerra para sacar adelante a sus familias realizando lo imposible que las hace dignas de nuestro respeto y admiración.
Y en el día de hoy este espíritu de trabajo, sacrificio y laboriosidad queda patente. Digno de encomio es la forma con que la mujer de Abrucena afronta la manera de ayudar a la economía familiar. Sale al campo en épocas de recogida de la aceituna, de la almendra..., colaborando con el hombre en las tareas agrícolas, así como dedicándose a otros trabajos como a la lechuga, el tomate..., y otras tareas donde pueda llevar a casa un salario y que después le de derecho al seguro de desempleo.
Las mujeres más jóvenes, que han seguido estudios y las que no, pero que están trabajando fuera del pueblo aún siguen ayudando a sus familias en los quehaceres agrícolas en los fines de semana.
Las mujeres mayores, las jubiladas, son un gran soporte de las familias. Ayudan a sus hijas y nueras, mientras ellas están trabajando, con la casa y con los niños. Gran número de ellas acuden a llevarlos y recogerlos al Colegio.
También podemos elogiar la dedicación de las mujeres de Abrucena en labores delicadas. Sus manos primorosas hacen labores de aguja, crochet, punto... preciosas. En los corrillos que se forman en los barrios sus manos están muy activas realizando verdaderas obras de arte. Y es muy estimable su arte culinario.
En cuanto a la limpieza y ornato de viviendas y fachadas da gusto ver el afán que ponen en su realización así como en la pulcritud con que los niños/as van a la calle y al Colegio.
Que conste que esto no quiero que parezca un autoelogio. Lo hago desde la óptica de una "no nativa" pero que eché raices muy profundas aquí en este pueblo y en el que me siento como una "hija adoptiva".
Pepa Azor.
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